Más de 500 dignatarios mundiales asistieron este lunes en la abadía de Westminster de Londres al funeral de Estado por la reina Isabel II, fallecida a los 96 años tras más de siete décadas como soberana del Reino Unido.
El féretro con los restos de la monarca fue transportado desde el salón de Westminster, donde estuvo abierta varios días en capilla ardiente, en una cureña tirada por más de cien marineros de la Marina británica, así como custodiada por el nuevo rey Carlos III.
El ataúd permaneció cubierto con el Estandarte real, la corona imperial; el orbe real, pieza que representa al mundo cristiano, el cetro de oro, que simboliza el poder, y una corona de flores.
La misa estuvo a cargo del deán de Westminster, David Hoyle, quien ha destacado su dedicación, antes de pronunciar la bendición. El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, pronuncia el sermón, antes de que el Reino Unido guardará dos minutos de silencio y se escuchará el himno nacional en la abadía.
Tras ello, el féretro ha salió en cortejo fúnebre desde la abadía hacia el arco de Wellington, en la esquina sureste de Hyde Park. El Big Ben, la célebre campana de Westminster, sonó a intervalos de un minuto durante la procesión.
En torno a las 14:00 horas, los restos mortales de la soberana fueron transferidos hacia el castillo de Windsor, a unos 35 kilómetros al oeste de la ciudad, donde fue enterrada en la capilla de San Jorge, junto al príncipe Felipe, en una ceremonia privada, a la que solo asistieron miembros de la familia real.
