Diálogo con un ex-pandillero

Diálogo con un ex-pandillero

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Por: Jairo Herrera Cardoso – Neuropsicólogo Educativo.

La Ley General de Educación, desde el ocho de febrero de 1994, estableció la calidad y el cubrimiento del servicio como una corresponsabilidad entre el estado, la sociedad y la familia. Considera la ley como comunidad Educativa a los estudiantes o educandos, Educadores, padres de familia o acudientes, egresados, directivos docentes y administradores escolares estableciéndoles a cada uno de ellos responsabilidades sociales.

El Código de la Infancia y la Adolescencia (Ley 1098 de 2006), en el título II garantías de derechos y prevención en su capítulo primero, establece obligaciones de la familia, la sociedad y el estado, también es de obligatorio cumplimiento para las instituciones educativas, tipifica una obligaciones éticas a los establecimientos educativos y otras complementarias para escuelas y colegios.

El análisis educativo sobre los jóvenes y adolescentes anterior tuvo un protagonista, la presencia de un chico en Bermudas, alto, sin camibuso porque lo tenía puerto en el hombro izquierdo y su calzado unas sandalias mesiánicas. Recuerdo la época del hipismo en la década de los ochenta.

—Buenas tardes profe, —exclamo el joven, al voltear la mirada observe un chico.

Ávido de ser escuchado.

—Puedo seguir insistió.

—Con gusto le respondí. Nos sentamos frente a frente, su rostro juvenil, cejas pobladas y voz de locutor, daba inicio a una cruda con- versación entre el joven y yo.

—¿En qué le puedo servir? ¿Por qué el motivo de su inesperada visita?

—Vengo por el anuncio de Radio Súper y la Nación que nos sugiere denunciar y Proponer.

—¿Por qué?

—Porque los medios de comunicación y los profesores tienen poder.

—¿Quién es Usted?

—Un estudiante que fue expulsado de un colegio por exigir nuestros derechos.

—Por su tono de voz imperativa parece locutor.

—Quiero ser bachiller y luego abogado, este año me graduó en el colegio y mis invitados especiales serán la rectora y los profesores  que me echaron, para demostrarles que si se puede.

—¿Estas resentido? No todos los profesores expulsamos muchachos del colegio.

—Disculpé profesor, cuando lo interrumpí estaba trabajando un plegable. ¿Cierto? ¿Qué tema era?

—La agresividad.

—Por favor, tiene la amabilidad, sí no es mucha molestia, leerme un pedacito.

—Con gusto: “La agresividad es consecuencia de la ira, cuando se provoca daño, es la sensación de disgusto debido a un agravio, malos tratos…”

—Queremos tomarnos los consejos estudiantiles y colocar nuestros propios personeros.

—¿Por qué?

—Porque ustedes eligen personeros y consejos estudiantiles a sus interés.

—¿Por qué trae el buzo sobre sus hombros?

—Por inconformismo, rebeldía.  Lo mismo ocurre con los buzos del uniforme.

—¿Usted es un líder?

—Somos rebeldes.

—¿Eres un duro?

—No, soy una persona, quiero ser una buena persona, de hecho, quiero ser un bachiller.

—¿Por qué no se matriculan los jóvenes en el colegio?

—Por rebeldía y porque existen pandillas, grupos que nos amenazan, cuando nos matriculamos y dentro del colegio, apostamos a capar clase.

—¿Ósea que hay jóvenes como asistentes, no se matriculan y si no evaden clase los amenazan?

—Sí, son apuestas, pero hay galladas, grupos, pandillas, parceros…

—¿ósea que usted es de un grupo de jóvenes que están matricula- dos, pero no tiene gallada ni pandilla?

—Obvio, por supuesto.

—¿De qué quiere hablar, conversar?

—De las pandillas.

—¿En los colegios?

—No, alrededor de las escuelas y colegios.

—¿Explíquese, por favor?

—Las pandillas utilizan las galladas para pedirles los uniformes y poder entrar en los colegios de las brujas, los azulejos, la correccional, los duros, la olla, las palomas.

—Hablemos en castellano, así le llaman algunos colegios de Neiva.

—Sí señor, la orden es anarquizar los cambios de clase y los recreos y tomarse los consejos estudiantiles y las personerías de los colegios.

—¿En qué sitio del colegio realizan las reuniones?

—En los baños, en la biblioteca, en los pasillos, porque la orden es que estén todos los estudiantes fuera de clase, a cada rato.

—¿Qué opinan de los coordinadores?

—Los cuchos y cuchas son trincas; sin embargo, entramos y salimos del colegio con cualquier disculpa.

—¿Por qué actúan así?

—Solo clase, clases y clases, nada de música, danza, teatro, poesía, canto, artes marciales, nada de eso, eso es cruel que mamera.

—¿Las pandillas son buenas o malas?

—Algunos tienen cuchillos y otros, armas de fuego, eso es grave.

—¿Por qué?

—El año pasado iban a agredir una coordinadora, tenían todo listo, los uniformes para ingresar al colegio en la mañana, pero la salvo la presencia de la jefe de núcleo, una dama, una señora, que escucha a los jóvenes. Por eso la cucha se salvó.

—Si va a hacer bachiller, ¿qué pasará con el servicio militar?

—Fácil, soy hijo único, huérfano de padre, me salve.

La charla terminó cuando el joven se levantó, se colocó el camibuso y me dijo:

—Gracias por escucharme, espero que le haya quedado claro que no soy pandillero, no tengo gallada, soy un rebelde, porque algunos profesores no nos entienden y además soy huérfano. Profe, finalmente me da tristeza, estudiar en estos colegios, clases aburridoras, todos abandonados, sin polideportivos y sin computadores.  Nos vemos.

Al observarlo caminaba erguido, con paso firme, meditabundo y rápidamente abandonó la calle, se marchó lleno de esperanzas e ilusiones.

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