Por: Jairo Herrera Cardoso // Neuropsicólogo Educativo.
El joven quien perteneció a la banda de los nachos comenta que atracan a los estudiantes para robarles el uniforme que luego ellos utilizan para sus fechorías suplantando con los uniformes hurtados y roban a nombre de los estudiantes de los colegios que tienen en una caleta, allí guardan los uniformes de los colegios INEM, Liceo, Promoción Social, Rodrigo Lara, Oliverio, Agustín Codazzi, Gabriel García Márquez, Andrés Rosa (IPC) y Claretiano.
Manifiestan que llaman al 123 y le informan a los Policías amigos a través de chicas delincuentes suministrando números de motocicletas y de carros de gente buena porque informar paga, para despistar a las autoridades, mientras ellos roban y cometen sus fechorías en las motos que tienen a sus servicio del cartel del sur.
Los uniformes que les roban a las niñas y señoritas de los colegios se los venden a las casas de prostitución porque a los cuchos y los clientes les gusta acostarse con las supuestas estudiantes.
—El chico de contextura gruesa y piel morena burlonamente cuenta que clonan hasta tres veces las placas de las motos y carros, las ven- den a 50.000 pesos para que sirvan de gancho ciego y eso que es, le pregunte, responde con sarcasmo:
—Son “manes” incautos que cogen presos y ellos no tienen ni idea de lo que está pasando.
—El Jefe de la banda se siente orgulloso de crear la escuela del delito, le pregunte, ¿cómo funciona?
—Fácil, —responde— Como el código de la infancia y de la adolescencia no castigan a los niños, los preparamos a base de pegante, bazuco, mariguana y perica. Le ponemos un arma en la mano y listo. Los mandamos a estudiar para que con la fachada de estudiantes tengan inmunidad. Le entregamos un celular flecha, los matriculamos en los colegios, para que nos informen desde adentro que estudiantes llevan celulares finos, los profes que llevan buenos carros, nos llaman desde los colegios, nos botan la información y pan comido.
—¿Ustedes manejan las estudiantes prepagos?
—No, eso da mucha lámpara, no podemos ser lamparazos.
—Entonces ¿dónde consiguen las armas? —Respondió.
—En transvasaría, en Galindo, en tres esquinas, en la olla del IPC, en las palmas.
—¿En cuánto las alquilan?
—Depende, —responde—, A veinte mil o se las préstamos para que hagan la vuelta. Eso que es, fácil matar un muñeco, hacer un robo o un atraco en moto.
—Me gustaría que me comentara lo de las estudiantes prepagos.
—Bien, como le decía, el duro, la dota de un celular flecha, los clientes la llaman y ellas envolatan a los profes y a los coordinadores, manifestando problemas de salud, cólicos y periodos, le dicen que tienen la regla y listo para para que pase a pintura.
—¿Después qué? —le pregunte asombrado, el muchacho responde.
—Si el cliente no es ajisoso la pelada regresa al cole y si se encuentra con un “man” saratoso la china se queda fuera del colegio, llega a su casa y la preparamos para que diga a sus papas que no hubo clase o que se sintió mal y los cuchos tragan entero.
—¿Volvería a la pandilla?
—Si el duro me pilla, paila, creo que no, ya pagué todos los favores que me impuso el grupo y me pegué una enculebrada y ya salí porque les pague hasta la risa a esos manes.
—¿Volvería a estudiar?
—Difícil, porque para mí robar es trabajar.
—¿Mató a alguien? — pregunté.
—No, yo no quebré a nadie, más bien me pueden quebrar a mí. ¿Por qué ustedes y la policía preguntan mucho? Lo embalan a uno y luego lo dejan solo. ¿Sabe qué? Gracias por escucharme, porque aquí en este sitio estoy dando mucha lámpara.
—Se retiró y me señaló con vehemencia.
—No me vaya a faltonear, lo busco después, me quedó sonando lo del estudio, me hace falta mis parces, mis compañeros, el restaurante escolar, la recocha en el bus y jugar fútbol en los campeonatos de salones que organizan los profes de educación física y, extraño las clases de educación física y computación. Nos vemos.