Por: Jairo Herrera // Folclorista y Escritor
El departamento del Huila y la ciudad de Neiva han venido desconocimiento paulatinamente la diversidad cultural y étnica.
Colombia es un país diverso, el estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana, nuestro Huila y Neiva, están desconociendo progresivamente la historia de edecanes, danzarines y parejos del sanjuanero huilense afrodescendientes e indígenas en el festival folclórico.
Ahora, los conceptos de concursos cambian por la realización de encuentros, porque para el folclor no existe disponibilidad presupuestal, así lo determinan las organizaciones del festival, en consecuencia, la música campesina, el bambuco tradicional y el baile del sanjuanero infantil, que son la escencia de las fiestas, solo serán unos simples encuentros.
Las escuelas de formación del rajaleña, bambuco tradicional y la música campesina, forman parte de la universidad de la vida, porque no hay recursos financieros para comprar las cucambas, que son la organología del rajaleña integrada por los instrumentos autóctonos como la tambora, chucho, marrana, cien pies, carángano y esterilla.
No existen academias del bambuco tradicional, escuelas de formación artística y apoyo a la música campesina, porque no estan en los planes de desarrollo por la carencia de políticas públicas culturales, es más fácil comprar vehículos, que adquirir una guitarra, requinto y un tiple.
El carruaje, la carreta y la zorra de tracción animal fueron desplazados por el vehiculo automotor, la comparsa soporta los atropellos del ballet, el sanjuanero, guabina, pasillo y palo parao se resisten a sucumbir por la danza moderna, la rajaleña y la música campesina sobreviven ante los encuentros y la decidía de las frecuencias radiales huilenses que impulsan el reguetón y el vallenato en plenas fiestas folclóricas, donde hablan de Huilensidad solo por una pauta publicitaria.
Los duetos, tríos y chirimías se pelean moneda tras moneda con las pistas musicales como lo hacían las antiguas rocolas, pero en la mayoría de los casos los pichinches soportan los avatares y la competencia desleal de los mariachis y las parrandas vallenatas; los tunantes son agobiados por los grupos llaneros que se engalanan con el arpa, mientras los Huilenses abandonaron el carángano.
El festival, es un carnaval clasista, en los desfiles es mas fácil observar un camión sin carrocería con un equipo de sonido y olvidarse de una comparsa, banda musical o grupo folclórico, el festival se costeñizó, europeizó, asiatizó, no existe lo diverso, se desconoce lo étnico, lo pluricultural y tiende a desaparecer lo popular.
En consecuencia, como no existe sanjuanerodromo, el sanpedrodromo, nos corresponde decir somos todos defensores de lo autentico, lo que significa que el bambucodromo lo adopta el pueblo; el festival folclórico se volvió mercantilista pero no podrá acabar con nuestro derroche de alegría, hospitalidad y jolgorio. Amigo Huilense, recuerde: que tu jolgorio no perturbe el jolgorio del otro.