El desierto de La Tatacoa no solo es un atractivo turístico del Huila, también se ha convertido en un laboratorio vivo de agroecología. A través de acuerdos de conservación promovidos por la CAM, familias y estudiantes cultivan productos como tomate cherry, arracacha, zanahoria, pimentón, aguacate y cholupa, protegiendo a la vez el bosque seco tropical, uno de los ecosistemas más amenazados del planeta.
Bernardo Cleves, campesino de la vereda El Cusco, es uno de los protagonistas de esta transformación. Con orgullo, muestra su huerta agroecológica, cultivada con insumos orgánicos y asistencia técnica de la CAM. «Aquí hay de todo, y todo se cultiva con dedicación», afirma. Su historia refleja cómo la agricultura sostenible puede ser una alternativa viable incluso en terrenos áridos.
En la Institución Educativa San Alfonso, en Villavieja, el cambio también es evidente. Estudiantes y profesores han recuperado ocho hectáreas de potrero para convertirlas en un espacio de aprendizaje y producción agroecológica, con apoyo del SENA y la comunidad. Allí, jóvenes aprenden a sembrar sin químicos y a valorar los abonos orgánicos como la gallinaza y la cáscara de arroz.
Según Diego Perdomo, profesional del DRMI La Tatacoa, el objetivo es claro: conservar el ecosistema mientras se fortalece la economía familiar. Gracias a las Escuelas de Campo Agroecológico, se combinan conocimientos ancestrales con prácticas modernas que garantizan seguridad alimentaria y sostenibilidad en la región.
“Esta tierra no solo tiene potencial turístico, también es fértil”, asegura Jenny Ramírez, de la CAM. Las historias de Bernardo y de jóvenes como Mauricio Medina demuestran que el futuro de La Tatacoa puede construirse con prácticas sostenibles que respeten el entorno. Un desierto que, contra todo pronóstico, también florece.
